lunes, 26 de octubre de 2009

Cristo Rey

Y si ahora mandamos que Cristo Rey sea honrado por todos los católicos del mundo, con ello proveeremos también a las necesidades de los tiempos presentes, y pondremos un remedio eficacísimo a la peste que hoy infecciona a la humana sociedad. Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado laicismo con sus errores y abominables intentos; y vosotros sabéis, Venerables Hermanos, que tal impiedad no maduró en un solo día, sino que se incubaba desde mucho antes en las entrañas de la sociedad. Se comenzó por negar el imperio de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. Después, poco a poco, la Religión Cristiana fue igualada con las demás religiones falsas, y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados. Y se avanzó más: Hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la Religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos. No faltaron Estados que creyeron poder pasarse sin Dios, y pusieron su religión en la impiedad y en el desprecio de Dios.
La discordia y el desenfreno piden su introducción
Los amarguísimos frutos que este alejarse de Cristo por parte de los individuos y de las naciones ha producido con tanta frecuencia y durante tanto tiempo, los hemos lamentado ya en Nuestra Encíclica Ubi arcano, y los volvemos hoy a lamentar, al ver el germen de la discordia sembrado por todas partes; encendidos entre los pueblos los odios y rivalidades que tanto retardan, todavía, el restablecimiento de la paz; las codicias desenfrenadas, que con frecuencia se esconden bajo las apariencias del bien público y del amor patrio; y, brotando de todo esto, las discordias civiles, junto con un ciego y desatado egoísmo, sólo atento a sus particulares provechos y comodidades y midiéndolo todo por ellas; destruida de raíz la paz doméstica por el olvido y la relajación de los deberes familiares; rota la unión y la estabilidad de las familias; y, en fin, sacudida y empujada a la muerte la humana sociedad.
19. La celebración de la fiesta debe hacer imposible la apatía de los buenos
Nos anima, sin embargo, la dulce esperanza de que la fiesta anual de Cristo Rey, que se celebrará en seguida, impulse felizmente a la sociedad a volverse a nuestro amadísimo Salvador. Preparar y acelerar esta vuelta con la acción y con la obra, sería ciertamente deber de los católicos; pero muchos de ellos parece que no tienen en la llamada convivencia social ni el puesto ni la autoridad que es indigno les falten a los que llevan delante de sí la antorcha de la verdad. Estas desventajas quizá procedan de la apatía y timidez de los buenos, que se abstienen de luchar o resisten débilmente; con lo cual es fuerza que los adversarios de la Iglesia cobren mayor temeridad y audacia. Pero si los fieles todos comprenden que deben militar con infatigable esfuerzo bajo la bandera de Cristo Rey, entonces, inflamándose en el fuego del apostolado, se dedicarán a llevar a Dios de nuevo los rebeldes e ignorantes, y trabajarán animosos por mantener incólumes los derechos del Señor.
La fiesta de Cristo Rey es remedio contra el silencio vergonzoso
Además, para condenar y reparar de alguna manera esta pública apostasía, producida, con tanto daño de la sociedad, por el laicismo, ¿no parece que debe ayudar grandemente la celebración anual de la fiesta de Cristo Rey entre todas las gentes? En verdad: cuanto más se oprime con indigno silencio el nombre suavísimo de Nuestro Redentor, en las reuniones internacionales y en los Parlamentos, tanto más alto hay que gritarlo, y con mayor publicidad hay que afirmar los derechos de su real dignidad y potestad.


Quas Primas, 11 de diciembre de 1925, año cuarto de Nuestro Pontificado.
Pio XI

CONSAGRACION DEL GENERO HUMANO AL SAGRADO CORAZON DE JESUS
Ordenada por S. S. Pío XI para el día de Cristo Rey
(último Domingo de Octubre) compuesta por S.S. León XIII
Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos humildemente postrados delante de vuestro altar; vuestros somos y vuestros queremos ser y a fin de poder vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. Oh Jesús benignísimo, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Sacratísimo.
Oh Señor, sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria. Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos: devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve, se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor. Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino.
Mirad, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto: descienda también sobre ellos como bautismo de redención y de vida, la sangre que un día contra sí reclamaron. Conceded, oh Señor, incolumidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no suene sino esta voz: ¡Alabado sea el Corazón Divino, causa de nuestra salud, a Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos! Amén.

jueves, 22 de octubre de 2009

Cisma Anglicano

Con la noticias sobre la aceptación de los anglicanos a la comunión con el Vaticano, queremos hacer una reseña para que se tenga una noción clara de lo que esto significa, se trata de abrir toda puerta aún a costa de la misma Fe.

La Iglesia de Inglaterra surgió en 1531 tras el cisma provocado por la disputa entre el rey Enrique VIII con Roma a raíz de su divorcio de Catalina de Aragón, su primera esposa e hija de los Reyes Católicos de España. En 1531 el rey se hizo reconocer jefe de la Iglesia de Inglaterra mediante la promulgación de la denominada Acta Suprema que consagraba la separación de la Iglesia Anglicana de la obediencia del Papa.
Enrique VIII de Inglaterra (1491-1547), en un principio lucho y rechazó las desviaciones de Lutero e hizo incluso un tratado sobre los siete sacramentos. En el interior de su pais, gobernó inicialmente consultando la Cámara de los Comunes y apoyó las artes. Así mismo, modernizó y transformó las estructuras feudales del reino y centralizó el poder en sus manos. Se anexionó Irlanda, de la cual se hizo coronar rey en 1541, unificó los territorios bajo su dominio y asimiló a Inglaterra el país de Gales; por último, ocupó Escocia, a cuyas tropas derrotó en la batalla de Flodden (1513) y en la campaña de Solway Moss (1542). La preocupación (o pasión?) por asegurar su sucesión lo llevaron a eliminar a los posibles pretendientes al trono y a buscar un descendiente varón, dado que de los seis hijos que le había dado Catalina sólo había sobrevivido María Tudor. Con este propósito, e influido por su pasión por Ana Bolena, solicitó el divorcio. Sin embargo, su esposa Catalina no quiso concedérselo y el Papa, no lo autorizó. Enrique VIII se revolvió entonces contra Roma y en 1533 rompió con el Vaticano. Mientras tanto, el Parlamento aceptó el divorcio y su matrimonio con Ana Bolena. Al año siguiente, el Acta de Supremacía consagró la escisión de la Iglesia Anglicana de la obediencia de Roma. En el año 1534 era nombrado jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra el mismo rey Enrique VIII. La ruptura supuso la disolución de las órdenes religiosas, la confiscación de los bienes eclesiásticos y la represión de los católicos, entre cuyas víctimas figuraron Tomás Moro y John Fisher. La situación, que había provocado la caída de Wolsey, llevó al monarca a aproximarse a Cromwell y Cramer, favorables a las tendencias protestantes. Tres años después de su matrimonio con Ana Bolena, ordenó su ejecución, acusada de infidelidad, y la sustituyó por Juana Seymour, que murió dejándole un hijo, el futuro Eduardo VI. A ella siguieron Ana de Clèves, a quien repudió en 1540, el mismo año de su matrimonio con ella, Catalina Howard, a la que hizo ejecutar, acusándola de infidelidad, tras divorciarse de ella, y Catalina Parr, quien le sobrevivió e influyó en su política de mayor tolerancia religiosa al final de su vida. Enrique VIII impulsó el desarrollo de la flota que haría de Inglaterra una potencia marítima, el comercio y la industria, merced a los ingresos que obtuvo procedentes de la venta de los bienes eclesiásticos secularizados. Su política económica no favoreció la producción agrícola ni al campesinado, sobre el cual recayeron pesadas cargas fiscales, al tiempo que la propiedad era afectada por el cercado de los campos. Los desequilibrios estructurales de la economía producidos durante su reinado no tardaron en afectar al sistema financiero, de lo que derivó una crisis que se prolongó en tiempos de sus sucesores.
Durante los siglos XVII y XVIII se difundió el Anglicanismo fuera de Inglaterra a favor de la expansión Maritimo-colonial. En el siglo XVIII , y del Anglicanismo nacen los Metodistas, inspirados en Wesley. En el siglo XIX y dirigidos por Nexman y como otra nueva escisión del Anglicanismo, surge el movimiento de Oxford. Tengamos por último en cuenta que no solo han surgido diferentes movimientos del Anglicanismo, sino que incluso dentro de esa misma Iglesia existe tendencias muy claras por la diversidad doctrinal: vemos en ella los "High Church" (Anglo-católicos); Los "Low Church (Evangélica); y los Modernistas. Por ello esta Iglesia Anglicana desde su invención se ha declarado a la vez católica, a la vez protestante y reformada.
Algunas Sectas anglicanas:.
-Metodistas.
-Ejercito de Salvación.
-Presbiterianos.
-Darbystas.
Invalidez de las Ordenes Anglicanas
Desde los tiempos de la Reforma era costumbre ordenar «absolutamente» a los sacerdotes anglicanos que se reconciliaban con Roma y deseaban participar en el sacerdocio. A finales del siglo XIX, sin embargo, se cuestionó la invalidez de dichas órdenes sin ningún otro rito sacramental. Se planteó la cuestión de si los anglicanos convertidos no podrían por lo menos ser ordenados «bajo condición», ya que cuando menos existía la duda de si sus órdenes eran válidas o no.
El papa consultó las opiniones de los teólogos y nombró una comisión para examinar el asunto: aunque algunos de sus miembros aceptaban la validez de estas órdenes, o por lo menos les parecía dudosa, la mayoría se pronunció a favor de su nulidad
Tras una reunión del Santo Oficio, el 16 de julio de 1896, que votó unánimemente en contra de la validez, el papa León XIII publicó la bula Apostolicae curae (13 septiembre 1896) condenando las órdenes anglicanas. La bula dejaba en claro la ruptura de la sucesión apostólica dentro de la Iglesia de Inglaterra, tomando como base dos temas: el defecto de forma y el defecto de intención; agregando el tiempo que transcurrió para que los mismos anglicanos intentasen corregir ese defecto, por lo menos un siglo. Se consideraba que el Ordinal del rey Eduardo VI de 1552 no transmitía el sentido sacramental del sacerdocio, ya que las palabras esenciales (la «forma») no expresaban el sentido de las órdenes: en el caso de los sacerdotes, el poder para ofrecer el sacrificio eucarístico; y en el caso de los obispos, la plenitud del sacerdocio, el grado más alto del sagrado ministerio. El segundo defecto residía en el hecho de que los consagrantes de Matthew Parker en 1559 no tenían la intención de «hacer lo que hace la Iglesia». Según el papa, «el carácter innato y el espíritu del Ordinal» muestran que no había tal intención y, además, los que lo usaban no podían haber tenido esta intención.

APOSTOLICAE CURAE
(FRAGMENTO) http://ar.geocities.com/magisterio_iglesia/leon_13/apostolicae_curae.html
Copiamos este fragmento de la encíclica del Papa León XIII para no dejar dudas acerca de la cuestión de la invalidez de las ordenaciones y consagraciones anglicanas.

LEÓN XIII

Sobre las ordenaciones anglicanas13 de septiembre de 1896“En el rito de realizar y administrar cualquier sacramento, con razón se distingue entre la parte ceremonial y la parte esencial, que suele llamarse materia y forma. Y todos saben que los sacramentos de la nueva Ley, como signos que son sensibles y que producen la gracia invisible, deben lo mismo significar la gracia que producen, que producir la que significan [v. 695 y 849]. Esta significación, si bien debe darse en todo el rito esencial, es decir, en la materia y la forma, pertenece, sin embargo, principalmente a la forma, como quiera que la materia es por sí misma parte no determinada, que es determinada por aquélla. Y esto aparece más manifiesto en el sacramento del orden, cuya materia de conferirlo, en cuanto aquí hay que considerarla, es la imposición de las manos, la que ciertamente por sí misma nada determinado significa y lo mismo se usa para ciertos órdenes que para la confirmación. Ahora bien, las palabras que hasta época reciente han sido corrientemente tenidas por los anglicanos como forma propia de la ordenación presbiteral, a saber: Recibe el Espíritu Santo, en manera alguna significan definidamente el orden del sacerdocio o su gracia o potestad, que principalmente es la potestad de consagrar y ofrecer el verdadero cuerpo y sangre del Señor en aquel sacrificio, que no es mera conmemoración del sacrificio cumplido en la cruz [v. 950]. Semejante forma se aumentó después con las palabras: para el oficio y obra del presbítero; pero esto más bien convence que los anglicanos mismos vieron que aquella primera forma era defectuosa e impropia. Mas esa misma añadidura, si acaso hubiera podido dar a la forma su legítima significación, fue introducida demasiado tarde, pasado ya un siglo después de aceptarse el Ordinal Eduardiano, cuando, consiguientemente, extinguida la jerarquía, no había ya potestad alguna de ordenar.Lo mismo hay que decir de la ordenación episcopal. Porque a la fórmula: Recibe el Espíritu Santo, no sólo se añadieron más tarde las palabras: para el oficio y obra del obispo, sino que de ellas hay que juzgar, como en seguida diremos, de modo distinto que en el rito católico. Ni vale para nada invocar la oración de la prefación Omnipotens Deus, como quiera que también en ella se han cercenado las palabras que declaran el sumo sacerdocio. A la verdad, nada tiene que ver aquí averiguar si el episcopado es complemento del sacerdocio o un orden distinto de éste; o si conferido; como dicen, per saltum, es decir, a un hombre que no es sacerdote, produce su efecto o no. Pero de lo que no cabe duda es que él, por institución de Cristo, pertenece con absoluta verdad al sacramento del orden y es el sacerdocio de más alto grado, el que efectivamente tanto por voz de los Santos Padres, como por nuestra costumbre ritual, es llamado sumo sacerdote, suma del sagrado ministerio. De ahí resulta que, al ser totalmente arrojado del rito anglicano el sacramento del orden y el verdadero sacerdocio de Cristo, y, por tanto, en la consagración episcopal del mismo rito, no conferirse en modo alguno el sacerdocio, en modo alguno, igualmente, puede de verdad y de derecho conferirse el episcopado; tanto más cuanto que entre los primeros oficios del episcopado está el de ordenar ministros para la Santa Eucaristía y sacrificio…Con este íntimo defecto de forma está unida la falta de intención, que se requiere igualmente de necesidad para que haya sacramento… Así, pues, asintiendo de todo punto a todos los decretos de los Pontífices predecesores nuestros sobre esta misma materia, confirmándolos plenísimamente y como renovándolos por nuestra autoridad, por propia iniciativa y a ciencia cierta, pronunciamos y declaramos que las ordenaciones hechas en rito anglicano han sido y son absolutamente inválidas y totalmente nulas…”
Aunque en estos años las distancias entre el Vaticano y anglicanos se han acortado, las diferencias entre ambos credos radican sobre todo en el misterio de la Eucaristía, el orden sagrado y la autoridad de la Iglesia. Posteriormente se ha añadido la aceptación de la ordenación presbiteral y episcopal de mujeres, la admisión a la comunión eucarística de divorciados vueltos a casar y la legitimidad moral de los métodos anticonceptivos. Aunque las iglesias anglicanas a lo largo de su historia, no se han caracterizado por una inclinación a las discusiones acaloradas ni a las declaraciones sobre moral sexual (de hecho, su clero ha sido libre, en todas partes, desde el siglo XVI, para contraer matrimonio, mantenerse célibe o vivir en soltería), dos hechos históricos, en la primera década del siglo XXI, han disparado el debate sobre la relación entre homosexualidad y cristianismo: La autorización para la bendición de las uniones entre personas del mismo sexo, por parte de la Diócesis de New Westminster, de la Iglesia Anglicana del Canadá, y la elección y consagración de Gene Robinson como Obispo de la Diócesis de New Hampshire, de la Iglesia Episcopal en los Estados Unidos, puesto que Robinson había declarado oficialmente su condición homosexual ante su diócesis, antes de ser electo.

Extractos de la última declaración del Vaticano:
“Con la preparación de una constitución apostólica, la Iglesia católica está respondiendo a las numerosas peticiones que han sido presentadas a la Santa Sede por parte de grupos de clérigos y fieles anglicanos en distintas partes del mundo que desean entrar en comunión visible plena.
En esta constitución apostólica el Santo Padre ha introducido una estructura canónica que provee para dicha reunión corporativa, a través de la institución de ordinariatos personales que permitirán a los antiguos anglicanos entrar en comunión plena con la Iglesia católica preservando elementos del distintivo patrimonio espiritual y litúrgico anglicano. De esta manera, la constitución apostólica busca balancear, por un lado, la preocupación por preservar el valioso patrimonio litúrgico y espiritual anglicano y, por otro lado, la preocupación de que estos grupos y su clero sean integrados en la Iglesia católica.
La provisión de esta nueva estructura está en línea con el compromiso del diálogo ecuménico, que continúa siendo una prioridad para la Iglesia católica, particularmente a través de los esfuerzos del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. "La iniciativa procede de diferentes grupos de anglicanos", continuó Levada. "Han declarado que comparten la fe católica común expresada en el Catecismo de la Iglesia Católica, y que aceptan el ministerio petrino como algo que Cristo quiso para la Iglesia. Para ellos, ha llegado el tiempo de expresar esta unidad implícita en la forma visible de la comunión plena".
Según el cardenal Levada: "El Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, espera que los clérigos y fieles anglicanos que deseen la unión con la Iglesia católica encuentren en esta estructura canónica la oportunidad de preservar aquellas tradiciones anglicanas que para ellos son preciosas
Más aún, las muchas tradiciones presentes en la Iglesia católica hoy tienen todas sus raíces en el principio articulado por san Pablo en su Carta a los Efesios: "Un solo Señor, una sola fe, un solo Bautismo" (4, 5). Nuestra comunión es, así, fortalecida por esta legítima diversidad, y por eso estamos felices de que estos hombres y mujeres traigan con ellos sus contribuciones particulares a nuestra común vida de fe". Hasta aquí la declaración.
En ocasiones, han entrado también grupos de anglicanos, conservando una cierta estructura "corporativa". Esto ha sucedido, por ejemplo, en el caso de la diócesis anglicana de Amritsar en la India y de algunas parroquias en los Estados Unidos que, si bien mantienen una identidad anglicana, han entrado en la Iglesia católica en el marco de una "medida pastoral" adoptada por la Congregación para la Doctrina de la Fe y aprobada por Juan Pablo II en 1982. En estos casos, la Iglesia católica ha dispensado con frecuencia del requisito del celibato, admitiendo que los clérigos anglicanos casados que desean continuar el servicio ministerial como sacerdotes católicos sean ordenados en la Iglesia católica. (Fuente Zenit).

Cada uno puede sacar sus conclusiones, pues lo que vemos ahora realizarse ya se venía practicando desde 1982, con fundamento de “apostolado”, por Juan Pablo II. No hay nada nuevo bajo el sol, el Ecumenismo entreguista sigue triunfando en las políticas vaticanas, no es lo mismo estar unidos en un mismo pensamiento doctrinal y litúrgico que vivir juntos con distinto pensamiento sobre Dios y su Iglesia, además de inducir al error de recibir sacramentos de quienes no son sacerdotes. Quien quiera ver que vea.